Escribir para liberar
Escribir para soltar: tu refugio diario
Cuando te sientas a escribir, no lo haces para los demás. Lo haces por ti. Porque hay cosas que te pesan, emociones que no sabes nombrar, pensamientos que se repiten y que necesitan salir. Escribir es tu forma de respirar hondo desde dentro.
Puede que al principio no sepas por dónde empezar. Que te quedes en blanco. Está bien. Es normal. Solo escribe lo que sientes ahora, sin filtros. Deja que la tinta —o las teclas— te lleven. No juzgues lo que escribes. Solo permite que salga.
Escribir es meditar con palabras
Cuando escribes, tu mente se calma. Cada palabra que sueltas te ancla al presente. Es como meditar, pero con los ojos abiertos. Te escuchas. Te habitas. Te sostienes. No necesitas nada más que ese instante y ese impulso de decirte la verdad a ti mismo.
Habrá días en los que llores al escribir. Otros en los que sonrías sin darte cuenta. Y muchos en los que simplemente te sientas más ligero después. Porque al volcarlo todo en palabras, tomas distancia y te das claridad. Te limpias por dentro.
Tu pequeño ritual
- Escribe por la mañana o antes de dormir, cuando el mundo aún no te exige nada.
- No te pongas metas. Solo siéntate y empieza. Un pensamiento basta.
- No releas lo que escribes de inmediato. Deja que las palabras respiren solas.
¿Por qué escribir?
Porque a veces el alma duele y no lo sabes explicar. Porque hay recuerdos que necesitas mirar sin miedo. Porque tu mente necesita descansar y el papel es su refugio. Porque escribir te devuelve a ti mismo. Cada día. Sin exigencias.
No escribas para ser leído. Escribe para escucharte. Para reconocerte. Para volver a casa.
Haz la prueba: hoy, regálate 10 minutos. Toma un papel y escribe lo que sea. Aunque no tenga sentido. Aunque sea solo “no sé qué escribir”. Escribir también es cuidarte.
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